Clin clin clin clin (el ruidito estridente producto del
golpe entre el anillo del dedo anular de la mano izquierda del guarda contra el
barrote que sostiene al marcianito de plástico amarillo que escupe boletos).
-¡Vení a ver si hay
lugar gil!
-Daaale maestro,
apretá un poco que todos tenemos que laburar.
-¿Maestro? ¿Maestro me
decís? Bajate del trono ese y venite pa’l fondo que te enseño un par de
cositas.
A continuación la apelmazada masa humana cual público en un circo romano a la voz de “Ole le le, ola la la, el guarda se la come el gordo
se la da” comenzó a arengar al valiente señor del fondo.
Chuij chuij chuaj (el ruidito cranchi-pegajoso producto del
roce entre la panza transpirada del guarda que va en dirección al fondo del
ómnibus y las panzas de los demás pasajeros de pie).
¡Y se armó la podrida! ¿El chofer? El chofer lo teníamos de
nuestro lado, se limitó a mirar por el espejo retrovisor y reir a carcajadas
por la paliza que estaba pronto a recibir su coequiper.
Guarda y valiente señor del fondo están cara a cara. El
silencio invade el ómnibus. Todos prontos esperando quién tira la primera piña.
Nada. Silencio, largos segundos de silencio y miradas fijas.
-Vos quedate quietito
acá, y yo te atiendo el bondi hasta que llegue a mi destino.
-No gracias, paso.
-No te lo estoy
ofreciendo, te estoy exigiendo que te quedes paradito ahí.
Y así, sin más palabras el valiente señor del fondo tomó el
puesto del señor dispensador de boletos por el resto de su viaje.
Clin clin clin clin
¡Un pasito más al fondo que hay lugar!
¿Me van a decir que
nunca desearon aplastar al guarda contra el fondo? ¡Capaz que no!
Llegué de rebote y me copé jaja.
ResponderEliminarDecime POR FAVOR que esto pasó en serio.
Un amigo de la cuñada de la abuela de la prima de una amiga mía fue testigo.
ResponderEliminarJajajaja... acaba de nacer una leyenda urbana montevideana.
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