Contra la creencia popular uruguaya que
afirma que todos los guardas son gallegos, yo digo ¡no!
La mayoría, tal vez, pero no todos.
Él no lo es. Lo vengo observando hace
un par de meses. Tiene pinta de ser nuevito en el negocio, pero no
por eso tiene porte de que le falte experiencia (¿de qué tipo? Lo
dejo a su criterio).
Yo siempre tuve la costumbre de
sentarme en el mismo lugar. Claro, siempre y cuando tenga la opción.
Alguien una vez me dijo que la fila de
asientos detrás del chofer es la más segura, porque en caso de
accidente el chofer instintivamente tiende a tirarse para el lado en
que cree salvarse, un acto reflejo, y, yo le creí.
Entonces siempre me siento del lado de
la calle digamos, en la mitad del ómnibus más o menos, lo que me
deja en una posición favorable para observarlo (al guarda, ¿se
acuerda? venía hablando de él).
Tiene piercings varios a la vista, también
imagino que debe tener alguno escondido. Un día de calor le vi el
tatuaje del brazo izquierdo y a juzgar por la calidad del mismo fue
un tatuador amateur el que le estampó una calavera que parece sonreír cuando flexiona el brazo. Aunque a él le queda lindo.
Sus ojos son de color azul y tiene una
mirada de niño insoportable que lo deja en evidencia.
Una vez hablé con él. Con su super
moderno celular estaba escuchando una emisora de frecuencia modulada
argentina y le pedí que subiera el volumen, John Cusack estaba
hablando de rock y corazones rotos.
De repente, me besó.
Hace una semana estamos planeando
nuestro casamiento, Cusack será el maestro de nuestra ceremonia.
Que feo es despertar de un buen sueño,
pero más feo es despertar en un ómnibus con la lapicera metida en
la nariz y la frente toda garabateada.
En fin, no todos los guardas son
gallegos.