(Porque algo había que hacer con el tiempo perdido adentro de un ómnibus)

viernes, 26 de octubre de 2012

Dia 3: El baño del Baba.


No se copen, no voy a postear todos los días. Esta es la adrenalina del comienzo nomás, como todo.
Hoy merece una mención especial el loquito del pasillo.
Siempre, siempre se para en el mismo lugar. Es que desde ahí tiene una visión global de todos los pasajeros, aunque para ser más precisa, sólo le interesan los de sexo femenino.
¿Ubican los ómnibus con accesibilidad universal, con puertita en el medio, que desde la mitad del coche hacia atrás uno viaja como si fuera en la tarima de un boliche?
Bueno, el loquito en cuestión se para justo en la mitad del bus, agarradito del pasamanos para lisiados, justo enfrente de la puerta del medio.
Como les decía, apoyadito contra la ventana tiene visión de ciento ochenta grados.
Minita que sube, minita por la que se le cae la baba. ¡Es más! Tiene el tic “Palito Ortega”, ese que consiste en mojarse los labios con la lengua constantemente.
-¡Opa! ¡Despierte señora! ¡No me deja escribir! (esta vieja se durmió y se me viene encima, ¿qué hago? ¿le doy un codazo? ¡listo!).
¿Dónde me quedé? ¡Ah! ¡El loquito! Resulta que hoy está babeando, pero literalmente.
Claro, finalmente subió la temperatura y se ven los primeros escotes.
Y ahí está él, con su cabecita inclinada, el hilito de baba cuelga, se va estirando y estirando, se desprende y cae en el dedo gordo de mi pie.
-¡¡¡Te estás babeando, imbécil!!!
Si algún día me mirara a mi...

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